El "izquierdismo" de Gorter, fase superior de la izquierda bolchevique



Lenin, en su obra LA ENFERMEDAD INFANTIL DEL IZQUIERDISMO, afirmaba de forma tajante y soberbia que  la experiencia había demostrado que frente a los problemas más importantes  que surgieran en cualquier revolución proletaria que se desarrolle en el mundo tendrían que inevitablemente hacer lo que hicieron los bolcheviques.  Lenin, presentándose como internacionalista, lo único que estaba haciendo era hablar desde su ombligo, desde su Rusia y sus particularidades. A pesar de que  el texto en cuestión dice que cada país tendrá sus características y sus propias recetas, a renglón seguido lo borra con el codo, con  su política general frente a la izquierda marxista internacional que no se alinea a los intereses del partido bolchevique.  Leamos de la propia pluma de Lenin la certeza con la que se dirigía a toda la izquierda crítica y aun a aquella que si bien los seguía apoyando  sabía que la táctica y estrategia bolchevique era inviable en los demás países, ya que no tenían a un ejército multitudinario de campesinos pobres dispuesto a acompañar a la vanguardia obrera revolucionaria para la toma del poder:

“Hoy tenemos ya una experiencia internacional muy considerable, que demuestra con absoluta claridad que algunos de los rasgos fundamentales de nuestra revolución tienen una importancia que no es local, o específicamente nacional, o solo rusa, sino internacional. No hablo aquí de importancia en el sentido más amplio de la palabra: no sólo algunos, sino todos los rasgos fundamentales de nuestra revolución, y muchos de sus rasgos secundarios, tienen importancia internacional en el sentido de sus efectos en todos los países. Hablo de ello en el sentido más restringido de la palabra, entiendo por importancia internacional la validez internacional o la inevitabilidad histórica de una repetición, en escala internacional, de lo ocurrido en nuestro país. Hay que reconocer que algunos rasgos fundamentales de nuestra revolución tienen esa importancia”. […]
En ello reside la importancia internacional (en el sentido restringido de la palabra) el poder soviético y de los fundamentos de la teoría y la táctica bolcheviques”.

Nada de lo que Lenin anticipaba iba a ocurrir. Los peligros que se advertían por todos lados iban a cumplirse. Uno de los que advirtió el oportunismo de Lenin y su partido y las implicancias de la política bolchevique para el devenir de las revoluciones venideras fue Hermann Gorter, quien le escribió a Lenin una carta que muy pocos conocen, Carta abierta al camarada Lenin (1920). Allí, Gorter expone el gravísimo error de Lenin sobre sus recomendaciones hacia los partidos revolucionarios de Europa, desmantelando su táctica oportunista de arriba abajo.  

“Y como la revolución de Europa occidental será muy difícil y, por eso mismo, progresará lentamente, habrá un período de transición más largo (que en Rusia) en el curso del cual los sindicatos ya no serán nada en absoluto y los soviets no existirán todavía. Este período será ocupado por la lucha contra los sindicatos, por su transformación y sustitución por organizaciones mejores. ¡No se preocupe, nuestra hora acabará por llegar!
Dicho sea una vez más, ocurrirá así no porque los izquierdistas lo queramos sino porque la revolución exige formas nuevas de organización. Sin lo cual será aplastada. ¡Buena suerte, pues, para el Rank-and-File Movement y para la Unión general obrera (AAU)! ¡Pioneros de los soviets en Europa occidental! ¡Buena suerte a las primeras organizaciones en proseguir, con los partidos comunistas, la revolución contra el capitalismo de Europa occidental! A nosotros, que hacemos frente y sin aliados a un capitalismo poderoso en grado sumo, superiormente organizado (organizado desde todos los puntos de vista) y armado, y que para esto necesitamos las mejores y más eficaces armas de todas ¡usted quisiera constreñirnos, camarada Lenin, a utilizar las malas! A nosotros, que intentamos organizar la revolución en dirección de las fábricas y en las fábricas, ¡usted quiere imponernos los lamentables sindicatos!
En Rusia ustedes tenían armas de guerra y los campesinos pobres estaban junto a ustedes. Lo que las armas y los campesinos pobres han sido entre ustedes, la táctica y la organización deben serlo hasta nueva orden entre nosotros. ¡Y he ahí que usted predica los sindicatos! A nosotros que debemos, por razones psíquicas y materiales, en plena revolución, luchar contra los sindicatos, ¡usted intenta disuadirnos de ello! A nosotros, que no podemos luchar más que por la escisión, ¡usted intenta disuadirnos de ello! ¡Usted no quiere oír hablar de escisión, de formaciones nuevas ni, por tanto, de nivel superior! ¿Por qué? Porque usted quiere ver los grandes partidos y los grandes sindicatos adherirse a la III Internacional. He ahí lo que nos parece que es oportunismo, y oportunismo de la peor especie. Camarada Lenin, usted actúa ahora en el seno de la Internacional de manera muy distinta a no hace mucho, en el partido bolchevique. Éste se ha mantenido muy “puro” (y quizá continúe). Pero ahora habría que admitir en la Internacional, y sobre la marcha, ¡a gentes que son comunistas no digo a medias, sino un cuarto sólo y aún mucho menos!”.

Como bien lo expresó y justificó Gorter en dicha carta, los marxistas europeos estaban en la búsqueda de los “jefes” que no aspiraran (acertadamente) a dominar a las masas y no las traicionen, y como no los habían encontrado había que seguir buscando defendiendo que todo lo que se haga se haga desde abajo arriba.
Hay en esa carta una máxima inolvidable: Si tengo una guía  en la montaña que me conduce al abismo, prefiero no tener ninguno.




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