Según el bolchevismo, una falta en el trabajo puede ser motivo de represión.




Los leninistas y troskistas modernos intentar justificar los crímenes cometidos por sus líderes con la reduccionista  dicotomía revolución/contrarrevolución (por ejemplo, en una lectura como esa deja afuera e impune al partido bolchevique, como sino pudiera entrar la tesis de que la contrarrevolución pudiera estar en el propio seno del partido) . En todo caso, cualquier revolución tendrá siempre que enfrentar los problemas de la invasión, del acogotamiento de la economía por países capitalistas, etc. Es decir, no hay forma de esperar que el capitalismo no tome medidas frente a nuevos proyectos políticos que pretendan superarlo. En ese sentido, los bolcheviques modernos siguen defendiendo las mismas prácticas políticas de sus antecesores sin cuestionar en lo absoluto lo contraproducente para los fines que dicen perseguir: la igualdad y la libertad de los oprimidos y explotados. Nada de eso se puede alcanzar con semejante proyecto. Por lo que seguir defendiendo esas tradiciones también significa que en un hipotético futuro harán lo mismo que Lenin y Trosky, porque desde sus cimientos teóricos se encuentra el problema y no en las personas que las ejecutan. No es el problema tener nuevos Stalin en los partidos, es ese partido y sus enormes contradicciones internas las que hay que superar. Defender a los bolcheviques es defender la continuación de la explotación y la muerte. Sé perfectamente que un trotsko o leninista me estará caracterizando –hace tiempo- como un agente de la derecha, pero a ellos les digo,  sepan bien, que los miles de muertos civiles, obreros y campesinos pobres que ocurrieron en la revolución rusa, a la cual la leen románticamente,  no pesan sobre mi cabeza ni solamente sobre la del ejército zarista, sino sobre el silencio de ustedes. Sigo siendo de izquierda, pero una izquierda que valoriza al hombre y no ideas que la historia ha demostrado que solo traen más capitalismo, más explotación y más muerte.

Analicemos un poco, qué haría un hipotético gobierno de los “obreros”, como les gusta decir a los trotskistas, frente a una crisis; para ello -y en respuesta a unos cuantos escépticos) referenciémonos en una revista (Cahiers du monde russe) que utilizó los archivos rusos abiertos en 1992 para demostrar que las politicas de Stalin comenzaron con Lenin y Trotsky:



Una de las prioridades del régimen, en la primavera de 1921, era volver a poner en marcha a la producción industrial que había caído a una décima parte de lo que había sido en 1913. Lejos de relajar la presión que se ejercía sobre los obreros, los bolcheviques mantuvieron e incluso reforzaron la militarización del trabajo puesta en vigor en el curso de los años anteriores. La política llevada a cabo en 1921, después de la adopción de la NEP, en la gran región industrial y minera de Donbass, que producía más del 80% del carbón y del acero del país, resulta, a este respecto, reveladora de los métodos dictatoriales empleados por los bolcheviques para volver a poner a los obreros a trabajar.

Según lo que leemos de Graziosi, a finales de 1920, Piatakov, uno de los principales dirigentes y personaje cercano a Trotsky, había sido nombrado para desempeñar la dirección de carbón, al precio de una política de explotación y represión de la clase obrera sin precedentes, que descansaba en la militarización del trabajo de los ciento vente mil mineros que dependían de sus servicios. Piatakov impuso una disciplina rigurosa: cualquier ausencia era considerada un acto de sabotaje y sancionada con una pena de campo de concentración, incluso con la pena de muerte: dieciocho mineros fueron ejecutados en 1921 por ‘parasitismo grave’. Procedió a un aumento de los horarios de trabajo ( y fundamentalmente el trabajo del domingo)y generalizó el chantaje de la cartilla de racionamiento para obtener de los obreros un aumento de la productividad. Todas estas medidas fueron adoptadas en un momento en que los obreros recibían, como pago total, entre la tercera y la mitad del pan necesario para su supervivencia, y en que debían, al final de su jornada de trabajo, prestar su único par de zapatos a los compañeros que los relevaban. Como reconocía la dirección de la industria carbonífera, entre las numerosas razones del elevado absentismo, figuraban, además de la epidemias, el hambre permanente y la ausencia casi total de ropa, pantalones y calzado. Para reducir el número de bocas que había que alimentar cuando amenazaba el hambre, Piatakov ordenó, el 24 de junio de 1921, la expulsión de las ciudades mineras de todas las personas que no trabajaban en las minas, y que representaban, por lo tanto, un peso muerto. Se retiraron las cartillas de racionamiento a los miembros de las familias de los mineros. Las normas de racionamiento fueron estrictamente relacionadas con los logros individuales de cada minero, y fue introducida una forma primitiva de salario.

Aquí el texto de Graziosi (en inglés)



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