Martov anticipó la locura bolchevique




El segundo congreso panruso de los soviets, el más democrático e importante de todos los tiempos según lo que nos informa Trotsky en su Historia de la Revolución rusa, tuvo como uno de los emblemas la abolición de la pena de muerte impuesta por la barbarie zarista y mantenida por Kerenski, así como la restitución de la libertad total de agitación política como la libertad de todos los presos por opinión. Pero aquello solo fue un paso obligado para la toma del poder y que una vez logrado y eliminada toda oposición bolchevique, se encajonaría para nunca más volver.
En 1918, Trotsky se presentó como único testigo para sentenciar a muerte a Alexey Schastny, comandante naval  de la Flota del Báltico, a quien no le dieron chance de presentar al suyo. Pero Trotsky no era cualquier testigo, no solo era comisario de guerra y presidente del Consejo superior, sino que era nada menos que un  miembro del comité central del partido bolchevique y, por tanto, una de las cabezas de la Cheka. La desobediencia de Schastny  al  no querer entregar la flota  a los alemanes significó la vuelta de la barbarie, la que tanto habían denunciado Lenin y Trotsky años antes.
Leamos a Martov,  su texto premonitorio “Abajo la pena de muerte” publicado en Paris en 1919; leamos  al “Hamlet del socialismo democrático” (así lo ridiculizaba Trotsky a Martov y después la militancia me cuestiona mis formas) quien en aquel congreso ya advertía que los bolcheviques harían lo que hicieron. Quedarse con el poder absoluto bajo un régimen despótico que a través del miedo liquidó toda chance de no solo combatir la contrarrevolución sino de construir un socialismo:
“Habéis engañado a la Internacional obrera al firmar la obligación  de exigir en todas partes la supresión de la pena capital, para restablecerla tan pronto como el poder ha ido a parar a vuestras manos. Engañáis a los obreros rusos cuando restauráis la pena de muerte al tiempo que les ocultáis que la Internacional obrera la ha condenado como un signo de la barbarie, la cobardía, la ferocidad, la degeneración del orden burgués.  […]
De hecho habéis venido a nosotros para cultivar nuestra antigua barbarie, propia de los zares, para incensar el viejo altar ruso de la muerte, para empujar hasta un extremo todavía desconocido, incluso en nuestro salvaje país, el desprecio por la vida ajena, para organizar, en fin, la obra panrusa de la verdugocracia. […]
La medida que aplicáis os será aplicada  mañana. Cuando la locura de los bolcheviques haya agotados las fuerzas de la democracia y lleguen a reemplazarlas las de la contrarrevolución, en favor de las que trabaja el bolchevismo, Rusia será teatro de las mismas atrocidades que se desencadenan en Finlandia, donde todos los obreros, todos los socialistas, son perseguidos como bestias salvajes. Y entonces, ¡desgraciados de nosotros! Sí, cuando protestemos contra la violencia antiobrera y exijamos de los destructores la salvaguardia del honor y de la vida del proletariado, la burguesía podrá replicarnos: ¡bajo los bolcheviques, vosotros, obreros, aprobabais idéntica violencia, ejecuciones similares! ¡Pero entonces las ocultabais  con vuestro silencio!”.
Esto último que señala Martov (el silencio sobre las atrocidades del bolchevismo y su traición al socialismo) sigue siendo la principal arma de la burguesía y el marxismo tiene allí una deuda pendiente que saldar.



Comentarios

Entradas populares de este blog

Lenin y el poder dual

Marx y el bolchevismo

Las sociedades hidráulicas de Wittfogel, un aporte para comprender lo errado de Estado y Revolución de Lenin