Trotsky, uno de los maestros de Stalin




Stalin aprendió mucho de Trotsky, a pesar de la negación de los mitólogos trotskistas, especialmente su forma de entender la filosofía del trabajo. Ya en 1920, aquella Rusia sovietizada estaba sometida a las viejas formas tradicionales de organización industrial capitalista, con los mismos directores burgueses, los estímulos en dinero para quien más produzca, pero con el agregado de la concepciónmilitarizada del trabajo que promovió con fervor Trotsky (apoyado por Lenin a pesar de que los leninistas lo nieguen). La defensa del bolchevismo de esta evidente monstruosidad encubierta estaba basada en el siguiente razonamiento endeble: como antes esa organización del trabajo estaba en manos del burgués, ahora supuestamente estaría en manos de los obreros, supuestos dueños del Estado. Nada más falso que eso. El Estado soviético ya estaba totalmente burocratizado desde la célula más pequeña organizativa. Ya imperaba la idea de que antes de ser representante de algo había que ser comunista, además, bolchevique y, como si fuera poco, que toda decisión se subordinara a los dirigentes más alto del partido. Esto decía Trotsky en la primera quincena de abril de 1920, en el Tercer Congreso Panruso de los Sindicatos: 

"Ahora nos encaminamos al tipo de trabajo que está socialmente reglamentado sobre la base de un plan económico, obligatorio para todo el país, compulsivo para cada trabajador. Esta es la base del socialismo… La militarización del trabajo, en este sentido fundamental de que he hablado, es el método básico indispensable para la organización de nuestras fuerzas laborales… ¿Es cierto que el trabajo compulsivo es siempre improductivo?... Este es el más mezquino y miserable prejuicio liberal: la esclavitud también fue productiva… el trabajo compulsivo de los siervos no nació de la mala voluntad de los señores feudales. Fue en su tiempo un fenómeno progresista”.

Como se observa aquí Trotsky realiza prácticamente una adoración a la vieja explotación y coerción que decía combatir, pero ahora paradójicamente (ridículamente) se lo promovía supuestamente para beneficiar al propio explotado y coercionado. Luego Trotrsky, basándose en dicha apología y con el dedo pulgar para arriba del comité central, escribiría su "Terrorismo y comunismo", consagrando dichas ideas contraproducentes para la construcción del socialismo.

Es interesante, de paso, observar que estos registros de intervención de estos líderes políticos no son de fácil acceso, ya que los partidos no les interesa traducir textos que jueguen en contra de sus programas, y que se mantienen dispersos, como en la obra de Deutscher, sin la cual sería casi imposible analizar dónde se inicia la debacle de la revolución rusa. 

Como dije más arriba, Stalin no fue el problema, solo un ejecutor de un programa político que tenía gruesos errores en su fundación.

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