El derecho a soñar según Lenin y Lenin
En ¿Qué
Hacer?, Lenin cita un artículo de Pisarev, “Errores de un pensamiento en agraz”,
para argumentar sus posiciones que van en contra de la mayoría del Partido Obrero
Socialdemócrata de Rusia (POSDR). Dicha obra y artículo en definitiva son en
pos de romper definitivamente con los mencheviques. Lenin utiliza el artículo
de Písarev para acusar a los socialdemócratas de apegarse demasiado a la “realidad”. Crítica
bastante acertada, pero muy absolutista como veremos. Para Lenin, los
socialdemócratas eran unos falsos sensatos y planteaba para contrarrestarlos un partido revolucionario que lograra
recuperar parte del sueño despierto de los hombres para no caer en ningún
seguidismo ni continuar con la inmovilidad que impone la sociedad capitalista.
Es esto lo que recupera Ernst Bloch, quien utiliza esta mención de Lenin para
ejemplificar que el marxismo como teoría sería la primera en proponer que se puede soñar despierto y traspasar la realidad
autoimpuesta por la modernidad capitalista.
Sin
embargo, la misma enseñanza de Lenin y
Bloch se puede aplicar a lo ocurrido en la revolución rusa. Bloch hablaba de
cómo la barbarie nazi se imponía y se aceptaba casi sin chistar, demostrando
que frente a la barbarie nazi no solo había un camino de aceptación, sino que
estaba planteado otro, el de su superación. Lenin –siguiendo a Marx- entendía que el
explotado no tenía como única opción seguir dejándose explotar, sino que había
un nuevo camino por construir, la revolución que lo liberara del yugo. Ese es
un valor innegable de Marx y Lenin. Pero
hay algo central en Bloch que no hay en Lenin. La discusión del “todavía no”.
Para Bloch la filosofía marxista se comporta adecuadamente respecto al devenir y a lo porvenir, conoce
también el pasado entero en su amplitud creadora, y lo conoce, porque no conoce
en absoluto ningún otro pasado más que el que está todavía vivo, con el que
todavía no se han ajustado cuentas. La filosofía marxista, según Bloch, es
filosofía del futuro, pero de un futuro también en el pasado, es decir, una
teoría-práxis de la tendencia inteligida, de una patria que todavía no ha
llegado a ser y que todavía no se alcanza. En ese sentido, Lenin y el partido
bolchevique creyeron que no había que discutir más sobre el “todavía no”, para
ellos el sueño pensado despierto ya había hecho el camino a la realidad y ahora
había que dirigir a través del partido todos los sueños despiertos del hombre. Lenin,
ya en el poder, se alejaría de aquel escalofrío manifestado en ¿Qué hacer? frente
a la pregunta de si el derecho al sueño tendría independencia o no del comité
del partido. Es decir, cuando la línea del partido es contraria a la línea de
Lenin había que soñar; pero con Lenin a la cabeza del partido había que
inmovilizarse a la realidad que el partido imponía, o sea, había que dejar de
soñar. Una muestra más de lo complejo del pensamiento leninista, y que supo
usar a su favor la retórica y el sofisma para ganar posiciones dentro y fuera
del partido.
Vayamos a
la cita que Lenin utilizó –como ya vimos- de forma evidentemente demagógica:
“¡Hay que
soñar!”. He escrito estas palabras y me he asustado. Me he imaginado sentado en
el “Congreso de unificación” frente a los redactores y colaboradores de
Rabócheie Dielo. Y he aquí que se pone en pie el camarada Martínov y se encara
a mí con tono amenazador: “Permítame que les pregunte: ¿tiene aún la redacción
autónoma derecho a soñar sin consultar antes a los comités del partido?”. Tras
él se yergue el camarada Krichevski (profundizando filosóficamente al camarada
Martínov, quien hace mucho tiempo había profundizado ya al camarada Plejánov) y
prosigue en tono más amenazador aún: “Yo voy más lejos, si no olvida que, según
Marx, la humanidad siempre se plantea tareas realizables, que la táctica es un
proceso de crecimiento de las tareas, las cuales crecen con el partido”.
Sólo
de pensar en estas preguntas amenazadoras me da
escalofríos y miro dónde podría esconderme. Intentaré hacerlo tras Písarev.
Hay
disparidades y disparidades —escribía Písarev a propósito de la existente entre
los sueños y la realidad—. Mis sueños pueden adelantarse al curso natural de
los acontecimientos, o bien desviarse hacia donde el curso natural de los
acontecimientos no puede llegar jamás. En el primer caso, los sueños no
producen ningún daño, incluso pueden sostener y reforzar las energías del
trabajador… En sueños de esta índole no hay nada que deforme o paralice la
fuerza de trabajo. Todo lo contrario. Si el hombre estuviese privado por
completo de la capacidad de soñar así, si no pudiese adelantarse alguna que
otra vez y contemplar con su imaginación el cuadro enteramente acabado de la
obra que empieza a perfilarse por su mano, no podría figurarme de ningún modo
qué móviles lo obligarían a emprender y llevar a cabo vastas y penosas empresas
en el terreno de las artes, de las ciencias y de la vida práctica… La
disparidad entre los sueños y la realidad no produce daño alguno, siempre que
el soñador crea seriamente en un sueño, se fije atentamente en la vida, compare
sus observaciones con sus castillos en el aire y, en general, trabaje a
conciencia porque se cumplan sus fantasías. Cuando existe algún contacto entre
los sueños y la vida, todo va bien”.
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