La "justicia" bolchevique
Sigamos con la “justicia” bolchevique y veamos si los horrores que suponía la reacción contrarrevolucionaria ya no estaban en el seno del Smolny. Desde el primer día de la revolución de octubre primó esta consigna justiciera: “aniquilar al adversario y, después de reducirlo a la impotencia, aplicarle todas las represalias de una justicia sumaria”. ¿Quién puede negar que a los zaristas y burgueses, inmundos opresores y explotadores del pueblo ruso, había que aniquilarlos en sentido literal? Nadie, menos ellos, por su puesto. Pero en esa consigna no se puede rastrear la demagogia de quien la levantaba hasta que se verifican los testimonios de aquellas jornadas “justicieras”, así como de quiénes las dirigieron y contra quiénes.
Empecemos diciendo que los procedimientos judiciales “revolucionarios” eran regidos por un sistema de “contigüidad territorial”, lo cual significaba que los detenidos y los jueces convivían en un mismo lugar. O sea, además de expeditiva la justicia te respiraba en la nuca las 24 hs. El mismo palacio Smolny convirtió sus sótanos en prisiones totalmente improvisadas para hacer justicia sumaria. Pero si algo de monstruoso tuvo aquella “justicia” bolchevique es la burocratización kafkiana de la Seguridad General en Moscú. Tal departamento estatal encargado de “asegurar” la defensa de la revolución tenía tantas dependencias que se convirtió en una ciudad dentro de una ciudad. Esa especie de barrio judicial, que estaba situado entre las calles de la Lubianka grande y la Lubianka pequeña, tenía innumerables secciones y subsecciones que desempeñaban operaciones secretas de todo tipo. Junto a los despachos de jueces de instrucción, existen otros tipos de despachos que a más de un revolucionario le causaría desasosiego, los despachos encargados de operaciones de un verdadero ejército de agentes provocadores y confidentes. Esa pequeña ciudad, envilecida por su poder de vida y de muerte, trabajaba noche y día sin descanso. En ese lugar, estaba instalada la Vetcheka, que ocupó el histórico edificio de la compañía de seguros Rossia desde donde los ojos panópticos de los bolcheviques controlaron hasta cada mosca contrarrevolucionaria que se movía. Mientras que en la superficie del inmueble se manejaba con total tranquilidad al manejarse las apariencias con total profesionalismo, en sus profundidades, los camuflajes se abandonaban por completo. Luego de años de perfeccionamiento, la Cheka con su trabajo denodado ha logrado lo que muchos llaman “legalidad revolucionaria”, creando así usos y costumbres que luego otros revolucionarios (Stalin) tendrán a merced para acomodar su proyecto de “seguridad” revolucionaria.
Observemos aquella rutina que la Cheka lograba hacer trascender para la posteridad revolucionaria:
Para las detenciones hay que tener en cuenta que en los primeros años de la revolución, la comisión extraordinaria panrusa solo debía perseguir a los representantes del viejo régimen. Los cuales fueron todos detenidos ya desde el comienzo y aniquilados en su mayoría, y los sobrevivientes, domesticados (se volvieron compañeros de ruta). Sin embargo, con el pretexto de la conspiración permanente, dicha comisión se empezó a ocupar de los partidos socialistas, quienes se convirtieron, para sorpresa de muchos, en los máximos “clientes” de la Cheka. La primera etapa por la que debía pasar cualquier “contrarrevolucionario” era la jefatura. Esta jefatura estaba dividida por mamparas de madera en toda una serie de corredores, cubículos, rincones, con puertas que no cesan de abrirse y cerrarse y con los chequistas que van sin parar de un sitio a otro, dando la impresión de una pequeña “prisión de tránsito”, construida a prisa, ruidosa y sucia. Pero los presos socialistas ya conocían la prisión con el zarismo, lo que ahora le sumaba el “comunismo” soviético era el sometimiento terrible a una maquinaria de clasificación. En esa “clasificación” de los detenidos, que van desde delincuentes comunes, socialistas, intelectuales y gente detenida al boleo, nadie les informaba de los motivos de su detención, palabra que era reemplazada por un eufemismo, se les decía más bien que estaban consignados, siendo varios días los necesarios para la “aclaración” de los motivos de la detención. Por espacio de días, los consignados viven en una sucesión permanente de estados de esperanza y decepción (tortura psicológica). De vez en cuando, son llamados a comparecer ante jueces de instrucción y se les promete la liberación. Luego, de repente, aparece cierta confusión de nombres o nuevas circunstancias para aclarar. Si la fuerza de las ideas de aquellos críticos al régimen, que estaban detenidos-consignados, eran de temerse, pues pasaban al siguiente nivel de la “justicia” bolchevique. Pasaban a la prisión interior de la Vetcheca, segundo círculo de peregrinación de las almas contrarrevolucionrias (dantesco). De allí en más, ese detenido entrará a un proceso de aislamiento total, algo novedoso en la historia de Rusia. Además, en esas cárceles se inventó el método “mixto”, una administración de las cárceles que colocaba en cada sala común a un socialista, a un especulador, a un guardia blanco, un estafador, un chequista caído en desgracia, y si hace falta a un confidente (Imagine el lector lo difícil que es reconstruir la historia de aquellos tiempos con semejante política de supervisión del pensamiento y de los cuerpos). Luego, la tuberculosis y la avitaminosis se encargarán de ayudar a las prisiones de aniquilar “naturalmente” a los adversarios de los bolcheviques.

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