¿De arriba o de abajo?




Muchos militantes y defensores de la revolución rusa creen que la idea de los soviets es producto eminentemente de dicha revolución, y peor aún, que es una institución ligada al marxismo, especialmente a la política bolchevique. Pero pongamos en su lugar las cosas, y vayamos a las verdaderas razones del porqué de esta confusión. Como sostiene Rudolf Rocker, los soviets nacieron en el seno del ala más avanzada del movimiento obrero europeo, en el momento en que la clase obrera salía de la crisálida del radicalismo burgués para volar con sus propias alas: 
“Después del congreso de Basilea, y especialmente después de la guerra de 1870, que espoleó al movimiento social europeo por un camino totalmente diferente, aparecieron dos tendencias bien diferenciadas en el seno de la Internacional, tendencias que después entraron en oposición clara entre sí y condujeron a una escisión de la Asociación. Se ha pretendido reducir estas luchas intestinas a unas querellas meramente personales, en especial a la rivalidad entre Mijail Bakunin y Karl Marx y el Consejo General de Londres. Nada más falso e infundado que esta idea procedente de un desconocimiento total de los hechos. Es cierto que las consideraciones personales desempeñaron un cierto papel, como casi siempre ocurre en casos semejantes. Fueron sobre todo Marx y Engels quienes atacaron a Bakunin en la medida de lo humanamente posible; hecho que ni el biógrafo de Marx, Franz Mehring, puede silenciar. Pero sería un error ver en estas enojosas polémicas la verdadera causa de la gran oposición entre esos hombres. En realidad se dirimían dos concepciones diferentes de socialismo, y sobre todo de los caminos que deben conducir a él. Marx y Bakunin se limitaron a ser los más destacados en esta lucha por unos principios fundamentales, pero el conflicto se habría producido igualmente sin ellos. Pues no se trataba de una oposición entre dos personas, sino de una oposición entre corrientes ideológicas, que tenía y sigue teniendo ahora su importancia.
Los obreros de los países latinos, donde la Internacional halló su principal apoyo, desarrollaron su movimiento a partir de unas organizaciones de lucha económica. A sus ojos, el Estado sólo era el agente político y el defensor de las clases poseedoras; por consiguiente no apuntaban tanto a la conquista del poder político como a la supresión del Estado y de todo el poder político, bajo cualquier forma, pues no veían en él más que un preludio a la tiranía y a la explotación. Así pues, no querían imitar a la burguesía fundando un nuevo partido político, origen de una nueva clase de políticos profesionales. Su objetivo era apoderarse de las máquinas, de la industria, del suelo y del subsuelo; veían con claridad que dicho objetivo les distanciaba totalmente de los políticos radicales burgueses que lo sacrifican todo a la conquista del poder político. Entendieron que con el monopolio de la posesión debe caer también el monopolio del poder; que la totalidad de la vida de la sociedad futura debe estar basada en unos fundamentos enteramente nuevos. A partir de la idea de que la dominación del hombre por el hombre ha periclitado, intentaron persuadirse de la idea de la administración de las cosas. Sustituyeron la política de los partidos en el seno del Estado por una política económica del trabajo. Entendieron que la reorganización de la sociedad en una dirección socialista debe ser realizada en la propia industria, y de este concepto nació la idea de los consejos (soviets) […]
Los socialistas libertarios de la Internacional entendieron perfectamente que el socialismo no puede ser dictado por un gobierno, sino que debe desarrollarse de manera orgánica de abajo hacia arriba; entendieron que son los propios obreros quienes deben asumir la organización de la producción y del consumo. Y opusieron esta idea al socialismo de Estado de los políticos parlamentarios”.
Como observamos, Marx se aleja bastante de la idea antiautoritaria de los soviets, ya que con su Manifiesto comunista instala mundialmente la idea coercitiva y peligrosa de la dictadura del proletariado, situación que la Revolución Rusa terminó confirmando. Ni hablar de los bolcheviques, que una vez con problemas en la construcción del socialismo no dudo un instante en quitar todo el poder a los soviets en nombre de la revolución. Entonces, cuando la militancia trotskista y leninista nos habla de la necesidad de soviets, en realidad nos tiran un anzuelo, porque lo que quieren es darnos confianza como clase, pero en el fondo a los que les falta confianza en los trabajadores es al propio partido.

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