Astarita y su visión de las fuerzas productivas
Astarita, en su Critica del programa de transición -obra sin desperdicios- da cátedra de lo que son las fuerzas productivas, término marxista clave para dicha teoría y para la vida humana. En dicho libro resquebraja la teoría de los trotskistas, quienes sostienen la idea del estancamiento de las fuerzas productivas, mientras que Astarita y muchos más consideramos que nunca han dejado de desarrollarse. El capitalismo en esencia ha asimilado cada uno de los avances tecnológicos en pos de la obtención de cada vez mayor plusvalía, lo que en términos marxistas, ha significado el desarrollo indubitable de las fuerzas productivas de manera permanente.
Pero de eso no se trata este post, sino de ajustar cuentas con Astarita con respecto a su visión sobre el vínculo de la política revolucionaria y la ecología. Respetando su lección sobre el correcto significado de las fuerzas productivas, no se entiende cómo Astarita no se da cuenta del error en el que cae sobre el asunto de la crisis ecológica. Si las fuerzas productivas, como él las rescata de los libros canonizados de Marx (El capital y los Grundrisse), suponen la constante mediación humana a través del trabajo que logran mejorar cada vez más los resultados obtenidos en lo material, entonces, cómo es posible que Astarita crea que las fuerzas productivas se seguirán desarrollando en el socialismo, que según él supondría la única forma de seguir desarrollándola luego de que el capitalismo no pueda manejar sus contradicciones internas. Es el mismo Astarita quien le reconoce a Jon Elster que dichas fuerzas sucumbieron en las sociedades precapitalistas por no poder absorver los avances tecnológicos y no se explica cómo no llega a la misma conclusión cuando el obstáculo para el desarrollo se estaría volviendo a presentar, pero esta vez no por conservadurismo de la civilización imperante sino por el colapso como el que se está gestando a raíz del cambio climático y la extremada carencia de recursos de todo tipo, así como la extinción masiva de especies. Las fuerzas productivas más bien se van a tener que conformar con lo que quede en pie y eso inevitablemente supone disminuir el crecimiento en las sociedades futuras. Pero nada de esto ve Astarita, solo reconoce el despilfarro de recursos naturales y considera que el ecologismo solo puede caer en reformismos del capitalismo. Además, Astarita subestima para mi gusto la contradicción “naturaleza y capitalismo” y no se le ocurre ni por casualidad que uno de los escenarios posibles es el exterminio masivo de la población sobrante del capitalismo para garantizar la vida de la clase dominante en una nueva organización social, que tranquilamente podría ser la comunista, debido a la escasez de recursos. Es insólito que Astarita solo pueda creer que el capitalismo pueda infinitamente negociar, incluso con la cuestión ecológica, como si no hubiera un límite biosférico que salta a la vista. Astarita está convencido de que el capitalismo busca alternativas ecológicas para seguir buscando rentabilidad, pero no es cierto. Lo está buscando además por otros motivos, hasta ahora inéditos, la de retrasar el colapso, porque por ejemplo la inversión multimillonaria que hace el capitalismo para la exploración asi como la extracción de hidrocarburos ya está operando con pérdidas irrecuperables y necesita desesperadamente producir miles y miles de barriles diarios si no quiere que todo se venga abajo. En fin, un marxismo así, que considera que el ecologismo solo puede terminar en mísero partido verde, no puede estar a la altura de estos tiempos. Les dejo el texto donde Astarita deja su postura sobre el tema:
ARMAMENTO, ECOLOGÍA Y FUERZAS DESTRUCTIVAS
Con lo visto hasta aquí puede comprenderse lo erróneo de considerar que las FP estén estancadas porque crezca la industria armamentista. Este problema debe discutirse en relación con la acumulación, no «en sí». Por supuesto, teóricamente es posible demostrar (y Marx alude al tema al referirse a las
industrias de lujo, que pueden equipararse hasta cierto punto con el rol de la industria militar en los esquemas de acumulación), que si la industria armamentista excede determinados límites puede llegar a absorber toda la plusvalía disponible para la acumulación, de manera que se daría una desacumulación, o un estancamiento permanente. Esto ha sucedido en las guerras (tomando a los países beligerantes de conjunto), produciéndose así una destrucción absoluta de las FP. Pero en la posguerra los gastos armamentistas ocuparon en general una parte bastante menor al 10% del producto nacional, dejando lugar, por lo tanto, a la acumulación ampliada.
Por otra parte es necesario tener una visión histórica del problema y del papel que ha jugado el ejército en la historia del capitalismo. Por ejemplo, que la cibernética, la computación, la aviación, la energía atómica, y tantos otros inventos, hayan sido desarrollados en el ejército antes de pasar a la producción capitalista civil, no implica el estancamiento de las FP. Por último digamos que gran parte de la historia del capitalismo está marcada por incesantes guerras, y no por ello Marx y Engels negaron el desarrollo de las FP. Todo se reduce, una vez más, a decidir si las tasas de acumulación capitalista avanzan o no; si la riqueza material, en la forma de medios de producción, crece o no. La destrucción y el retroceso de la producción que afectaron a Europa en las dos grandes guerras de este siglo nos están diciendo que se trató de períodos globales de destrucción de las FP (aunque no para los Estados Unidos). Por el contrario, la Revolución Industrial inglesa, que se considera un período de desarrollo del capitalismo coincidió en buena parte con las guerras napoleónicas que asolaron a Europa. La paz que siguió fue acompañada por una fase de estancamiento económico. El desarrollo de las FP en Alemania desde 1900 a 1913 fue acompañado por una frenética carrera armamentista. Por eso no se puede decir que basta que haya fuertes gastos en armas, guerras o muchas invenciones en el ejército para sentenciar que las FP no se desarrollan y que necesariamente la paz sea sinónimo de mayor crecimiento.
Otro argumento de la posición «estancacionista» se refiere a la destrucción de la naturaleza. Se habla del efecto invernadero, de la lluvia ácida, de la capa de ozono, de la destrucción de los bosques, etcétera
Es evidente que el desarrollo del capitalismo se asentó en un colosal despilfarro y destrucción de recursos naturales (como ya lo había señalado Engels), y que esta destrucción alcanzó niveles nunca imaginados. Pero de allí existe un gran paso a poder afirmar que ésta es la contradicción fundamental sobre la cual se sustenta el programa de la revolución socialista. Los que sostienen que la contradicción fundamental es entre el capitalismo y la naturaleza (tesis del ecologismo de izquierda), deben deducir que las premisas de la revolución socialista no surgen como una necesidad ineludible del desarrollo contradictorio, interno, del sistema, sino de la contradicción de la sociedad «en general» con la naturaleza. De ello se deduciría que es posible y necesaria una alianza con las clases medias -con un programa «racional»- e incluso con los capitalistas interesados en el cada día más rentable negocio ecológico, para salvar a la humanidad de la devastación planetaria. Tal vez sea ilustrativo del fracaso de esta crítica al capitalismo lo que sucedió con el ecologismo de izquierda europeo y norteamericano. En los años setenta éste sostenía que las energías no nucleares eran incompatibles con el capitalismo, y que por lo tanto la lucha por la energía solar o eólica llevaría a la revolución socialista. Pero es un hecho que los mismos monopolios dedicados a la extracción de hidrocarburos fomentan (desde los ochenta, por lo menos) la investigación en otros tipos de energía, porque advierten que pueden llegar a transformarse en un negocio rentable. Lo mismo podemos decir de las recientes mutaciones de empresas norteamericanas, dedicadas hasta hace poco tiempo a la industria de guerra, y que hoy hacen pingües negocios con la ecología en California y otros estados.

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